Hasta
por sentido común, hasta por expreso que sea el deseo y orden debe acatarse tal
cual. ¿Pero acaso una orden de una persona amada debe incumplirse? Es una falsa
e hipócrita petición, es más la puede negar y salirse con la suya, arruinar
moralmente a aquella persona, es más, humillarla públicamente, aunque sin darse
cuenta su decisión por llevarle la contraria es lo que ocasiona tanto problema
a aquel. ¿Aunque no se dé cuenta?
Alexander
tomó entre sus manos un libro, lo abrió y retiró de la hoja en la que se había
quedado el separador, trató de leer las primeras palabras del párrafo. No pudo.
Su mente y toda su concentración quedó abierta hacia algo más. Algo le
molestaba, sin duda sabía qué era. Pero, ¿era realmente amor lo que le motivaba
a tener su boca cerrada?
Con
los ojos absortos en las primeras palabras de aquél párrafo no avanzó nada, se
quedó clavado en esa hoja más de una hora. Pensaba. Sus palabras ante Teresa,
sus órdenes y todo lo que él deseaba que ella cumpliese no se había hecho. Era
para él como si le clavase la persona amada un puñal, que su ferviente deseo de
que no hablase con aquella mujer que le jugó una paupérrima jugada y su deseo
expreso hacia ella que no le hablase hasta que arreglase eso, fue para él la
peor traición.
Se
dice que la traición puede venir de diferentes formas, que puede atacarte vehementemente
y sin piedad. Esta traición le llegó así, que la cuartada fue entre aquella que
Alexander consideraba su rival, que además Teresa trataba temas que con
Alexander ni mencionaba, estaba absorto, no sabía ya cuál era su tema
frecuente, ¡eso que Alexander conocía sus gustos y secretos!
La
cuartada era perfecta, sin duda había asesinado Teresa toda la confianza en
Alexander, le había humillado, le escupió en la cara, ¡le abofeteó! todo eso
ante él no era más una ruin e inmoral traición, mucho peor que ver a Teresa
haciendo el amor con otro hombre en su propio colchón, en su propio cuarto, en
su propio apartamento.
Para
él, Teresa al hablar con aquella tipa, comentarle de sus cosas y desubicar
totalmente a él de sus temas de conversación, que hablarle cuando él digo que
no lo haga hasta que no arregle lo que aquella persona hizo, sin duda fue un golpe
bajo a su orgullo. ¿Era realmente el orgullo lo que estaba herido? ¿O era
simplemente que hirió el amor que Alexander siente? ¿O la confianza?
Alexander
impotente cerró el libro. Deambuló como un loco por todo el departamento,
murmurando maldiciones a aquella, lamentándose y suspirando hondamente por la
traición cometida por Teresa. Trató de dormir. Insomnio. Toda la noche pasó
dando vueltas en su cama, en su mente se cruzaban imágenes de Teresa sonriendo y
riendo con aquella mujer, hablándole de cosas que antes trataba con él.
Al
siguiente día Alexander fue a la universidad como era su rutina para poder
graduarse de ingeniero, sus ojos estaban hinchados y rojos, sus ojeras eran
terribles y su antes pulcro pelo lucía ensortijado. Caminó por los pasillos,
esperando no encontrarse con su amada Teresa, pero la suerte le jugó mal, vio a
Teresa hablando con su rival. Cuando se hubo ido la mujer Alexander se acercó
con un lastimero paso.
Como
siempre su amor era el que lo incitaba a mantenerse callado, ahora que vio la
traición de su deseo de no hablarle y que Teresa no lo cumplió, era para él como haber sido obligado a ver
a Teresa haciendo el amor con otro hombre en su propia casa, esa idea lo traía
loco, le dolía. Alexander saludó con un frío beso en los labios de Teresa, esta
vez no cerró los ojos, desconfiaba en ella, no podía cerrar sus ojos ante el
creciente temor de que Teresa le clavase otro puñal por la espalda. Fingió una
sonrisa y entró con ella al aula.
