Han paso algunos segundos,
minutos, horas, días, meses, años y una década desde que me extravié de mi
destino. Perdí la cabeza, ahora no sé si soy yo o el yo real. Aún recuerdo su
sonrisa, esa hermosa boca, de esa boca de la cual nacieron esas espantosas palabras
que hoy en día me torturan, solo debí haberle pedido perdón… Pero ya no puedo.
Estoy encarcelado en mi propio mausoleo, oculto de la humanidad, oculto de sus
críticas, oculto de ti. Extraño tus labios, no olvidaré el último beso que te
robé. Jamás debí provocarte tanto daño, ahora ya no existes para mí ni para el
mundo, te has ido. Aquel pecado que cometí, cruel me persigue en mi cabeza,
está entre mis reflexiones. Día a día que ha pasado desde tu ida he
reflexionado, bastante he pensado y deseoso de cambiar el pasado, tal vez no
para tenerte junto a mí sino porque te quiero viva de nuevo. El día en que te
fuiste, moriste para mí y yo expiré contigo. Hoy lloro amargamente, pero me
pregunto para qué llorar, si yo te hice tanto daño, pero tú ya no llorarás por
mí, es más no puedes hacerlo. No recordarás si quiera quién fui, en tu intento
de suicidio que frustré, enloqueciste, perdiste tu mente, ya no sabes ni qué
eres. Pareces una niña pequeña que trata de razonar, pero no puedes, no
entiendes que no puedes. ¡Maldita perra! ¡Entiende! Otra vez esta enfermedad,
tú me arrastraste a la locura… A quién engaño, miento. Yo nos arrastré a la
locura, jamás debí… ¿Qué puedo hacer? Maldigo aquel día que cedí al placer,
aquella desconocida me incitó. Me descubriste, tan magnifico amor que me
tenías, ese sentimiento que yo asesiné. Mientras copulábamos debajo de las
sábanas, entraste tú. “¿Qué haces? Te Odio, jamás debí enamorarme de vos” eso
fue lo último que mis oídos escucharon de ti. Saliste y te extraviaste por un
indeterminado tiempo que hoy no recuerdo. En mis pensamientos turbios como el
mar me cuestionaba, ¿qué hice? Lo eché todo a perder, soy un desgraciado. Días
después de tu huida, vuestro hermano me llamó, al oír semejante dato corrí a
verte. Llegué justo a tiempo, en tus manos tenías una jeringa, aquel
instrumento dentro poseía un líquido extraño. Con labia entre mis palabras
traté de evitar que cometieras la estupidez, fue en vano mi esfuerzo. Cediste a
la desilusión, te acercaste a mí, dijiste esas últimas palabras tan crueles que
desmoralizaron mi mente, rosaste suavemente tus labios con mis labios perdidos
y procediste a inyectarte aquel líquido mortal. Procedí a gritar, y traté
impotentemente de hurtar esa jeringa de las manos, pero ya te habías administrado
tres cuartos de aquella. Caíste ante mi regazo, con los ojos blancos y las
manos temblando, aún estabas viva. Todos los presentes miraban ese espectáculo
con carácter morboso, aquel espacio estaba englobado de indeseadas personas muy
fisgonas que no fueron capaces de pedir auxilio. Esa demora causó que el
líquido liquidara con tu cognición. Te deseo la muerte, odio verte en el estado
que estás, sé que para tu caso ya no existe esperanza. Luego de aquel hecho
huí, me encerré en este lugar y ahora quiero olvidarte, no he podido. Este día
es nuestro aniversario, en mis deliberes se escucha el eco de tus palabras,
ahora tengo la misma droga que usaste. Me la administraré para huir, sellaré mi
vida. Ahora que lo he hecho espero que algún día en el otro mundo nos reunamos,
no te quiero junto a mí no te merezco, solo deseo pedirte perdón… Aún… Aún…
Aún… Te amo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario