Gritó,
gritó, gritó. Su vida pútrida se tornó, no había sentido para ella, no entendió
nada. Sus sentimientos tácitos, ciegos y cansados se tornaron, lo único que
su anima deseaba era gritar pero
callaba, la desesperación apareció y el desesperado se suicidó.
No
había ninguna razón, solo el simple hecho de pensar le incomodaba. “Cuan vacía
era mi alma” pensaba. Escapa se gritaba, escapar deseaba. Pero ¿por qué? El no
notaba que un cambio le esperaba, él no lo entendió y mucho menos indagaba.
“Indagar…
yo lo único que quería es salvarme” se decía a sí mismo, lloraba en silencio.
No había nadie que le consolase. Ya excitado de tanto dolor y pérdida de su
turbia mente, se levantó de dónde se encontraba. Deambuló. Vio por la ventana y
lloró, “por qué me has dejado” murmuró. “¿Por qué?” inquirió.
Sentía
que algo le seguía. Palpó su hombro y recordó las últimas palabras que de ella
escuchó “la única forma en que nos lastimemos es que uno de nosotros muera,
perdóname”. Al recordar esto se suicidó.
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