lunes, 22 de abril de 2013

Redacción rápida I


Gritó, gritó, gritó. Su vida pútrida se tornó, no había sentido para ella, no entendió nada. Sus sentimientos tácitos, ciegos y cansados se tornaron, lo único que su  anima deseaba era gritar pero callaba, la desesperación apareció y el desesperado se suicidó.

No había ninguna razón, solo el simple hecho de pensar le incomodaba. “Cuan vacía era mi alma” pensaba. Escapa se gritaba, escapar deseaba. Pero ¿por qué? El no notaba que un cambio le esperaba, él no lo entendió y mucho menos indagaba.

“Indagar… yo lo único que quería es salvarme” se decía a sí mismo, lloraba en silencio. No había nadie que le consolase. Ya excitado de tanto dolor y pérdida de su turbia mente, se levantó de dónde se encontraba. Deambuló. Vio por la ventana y lloró, “por qué me has dejado” murmuró. “¿Por qué?” inquirió.

Sentía que algo le seguía. Palpó su hombro y recordó las últimas palabras que de ella escuchó “la única forma en que nos lastimemos es que uno de nosotros muera, perdóname”. Al recordar esto se suicidó.

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